domingo, 25 de abril de 2010

Zenzontla

Arrepentirse...de nada.
El tiempo se acaba.
Y aun siento, lo sé por que tengo frió.
Sonia Santillán Contreras

Experimentó la paz de los vencidos, y salió.
Elmer Mendoza


Bebe de a poco, con calma, sorbo a sorbo va pensando en ella, en su cuerpo que es lumbre, en su necesidad de apaciguar los ardientes tizones que son sus piernas. El licor sosiega la necesidad de ir a buscarla, gritar lo que piensa, lo que quiere. El eco del viento y la noche estremecen su cabeza. La mujer ajena también.

Parsimonioso se levanta del comedor. Se escucha por toda la casa su caminar farragoso; el rumor de los muertos retumba en este vacío. El comedor es un islote ante la ausencia de muebles. Una vela, un ilógico faro que no guía a ningún lugar. Sirve un trago más. El licor recorre la garganta: cae de golpe al estómago, a los pensamientos.

Piensa en ella. Piensa en su hermano, en lo irracional de la idea: caminar días bajo el sol de marzo para pedir un milagro, una cura. Dormir a la deriva del camino, a lado de ella, buscando su calor para después seguir caminando sin calma y llegar a donde la virgen.

Inútil y ridícula idea. No, no duda del poder milagroso de la virgen; duda de la fuerza de su hermano llagoso, enfermo: un bulto. Él no lo cargara durante tanto tiempo, tantos días entre páramos absurdos.

Vuelve al comedor. Las sombras van poblando su casa, su mente. Un trago más. El tercero. Bebe con ansia. Vista nublada, temperamento melancólico. Va al espejo. Reflejo repleto de oscuridad, deforme, pesado. Se agolpan milenios en la mirada de Caín que le devuelven sus ojos.

No, no irá; no servirá de animal de carga, de buen samaritano. Ya no. Ha estado a su lado desde las ampollas moradas. Estuvo ahí cuando las ampollas se convirtieron en llagas por donde solo salía pus. Cuando las àmpulas escurrían dolor. No, no caminará ni hará caminar al achacoso de su hermano. No resistiría. No merece morir así, a mitad de la nada. Que ella acepte caminar días con sus noches lo entiende. Aún es la mujer de su hermano. Aún.

Piensa en ella. Piensa en Natalia, en su cuerpo que es lumbre. Piensa en él: no accederá al fratricidio de caminar en busca de un milagro.

Último trago. La botella: vacía; la luz: ausente. Los pensamientos de a poco también se van.

La noche invade todo. Botella se quiebra. Reflejo de frío metal. Toma su pistola. Corta cartucho. No irá a Talpa.


Gerardo Esparza