martes, 24 de agosto de 2010

La hoja

[la hoja]

Quiero dejar de temblar.
cuando escucho tu voz quiero ser tallo
y no hoja sacudida
y no esta espasmo que me quiebra.
Nunca más esta verguenza.
Pero escucho tu voz y sigo siendo
la palabra arena cayéndose de seca.
El águlo por donde se rompe en pedzos la certeza.

Afuera llueve y adentro
amanece un perro muerto en mis esquinas.
¿Es esto la ciudad?
Un loco balbucea con su vestido de piel: saliva.
Los niños juegan a morir en paz.

He dicho que quiero dejar de temblar pero tu voz son
demasiadas voces
y alrededor se me estrecha sobre el cuerpo
en espiral.

¿Qué se hace cuando no se puede respirar?

Me da pena caer como caen a veces las cosas
de rodillas.
Cuando la debilidad me envuelve en su hálito
de espinas
los objetos son de helio y huyen despavoridas a otro
lugar.
Y el temblor no cesa
y soy hoja que cruje y nunca tallo
espasmo, sincope de luz, quebranto.
Un navío transparente sobre aguas de cristal.
¿Qué se hace cuando el suelo empieza a girar?
Me da pena arrastrarme entre las patas de las sillas
y ser la mosca que da vueltas en el frasco del espanto.

Afuera sigue lloviendo y dentro
me avergueza este cuerpo desollado
estos ojos al revés
esta colleción de insectos incrustados en la tapa
de la lengua.
Me da pena que me preguntes que pasa
y tartamudear con la cara sobre el ventanal: nada
es sólo la lluvía y la hoja que caen.

--Cristina Rivera-Garza. Los textos del Yo. FCE. Págs. 71-72.)